martes, 21 de junio de 2016

Mi cajón llamado monstruo



Todos tenemos un cajón especial como inquilino permanentemente en nuestra cabeza, bueno, más bien tenemos varios... En realidad demasiados.
Hay un cajón que siempre está ahí, inamovible, imborrable, lleno de cosas que nos han marcado en la vida. Podríamos dividirlo en dos cajones: el de las cosas buenas y el de las cosas malas, que realmente son sólo un mismo cajón, pues ambas cosas se unen y nos hacen aprender y avanzar en la vida aunque no siempre nos guste su modus operandi.
De aquí en adelante quiero expresar, quizás incluso a modo de terapia o por distracción, todas esas cosas que tengo guardadas en un cajón que todavía está sin cerrar, mi cajón permanentemente abierto, el que a día de hoy sigue llenándose de bastantes cosas malas y algunas buenas aunque estoy en esa etapa en la que parecen sólo entrar dificultades y obstáculos en él.
Se trata del cajón donde guardo todas las cosas desde que empecé a tomar consciencia de que algo no iba del todo bien, que yo crecía sana, eso sí, pero no con el aspecto totalmente normal en cierta parte de mi cuerpo, no todo iba en consonancia como en las demás chicas que me rodeaban. Mi cajón llamado monstruo, donde ese monstruo aún sigo siendo yo. Exagerado quizás para los demás, pero no para mí, que en plena adolescencia ves todo como un mundo, cada adversidad parece un gigante invencible contra el que crees que no puedes luchar, pero sí, sí se puede aunque cuesta mucho darse cuenta.
Aunque mi adolescencia se quedó atrás hace ya bastantes años, a mis 26, sigo sintiéndome ese monstruo que empecé a ver en el espejo a los 14 años, ese monstruo que nadie ve; nadie más excepto yo. Estoy en un proceso que espero sea el último paso para encerrar a ese monstruo en el cajón, pero mucho me temo que jamás quedará del todo encerrado... Me gustaría expresar cómo me he sentido desde que todo empezó y cómo me siento ahora, dolorida física y mentalmente, triste, decepcionada, preguntándome ¿por qué? cada día y rebuscando en mí esa fuerza que sé que tengo para tratar de no dramatizar demasiado con esta historia y reponerme, curarme y cuando todo esté listo, mirarme al espejo y darle una patada a ese monstruo, que si no quiere desaparecer, empezaré a quererle más.
Quien lea esto y me conozca pensará: exagerada!!
Bien, en mi cabeza y dentro de mí sólo estoy yo; sólo yo sé cómo me siento, en qué consideración me tengo a mí misma y cómo me quiero o cómo quiero llegar a quererme. Cada uno tenemos nuestros dramas, yo, afortunadamente puedo decir que estoy sana, no perfecta de salud, demasiadas cositas me achacan para la edad que tengo, pero aún así muy afortunada... Hay muchas personas enfermas con dramas mucho superiores a los míos y soy plenamente consciente de ello, pero eso no quita que mi cajón abierto me esté jugando malas pasadas y no pueda evitar sentirme como en unas arenas movedizas de las que me cuesta mucho salir. Trato de avanzar, de salir de ellas y cuando parece que empiezo a salir a la superficie... resbalo y vuelvo a sentirme atrapada, con más camino y esfuerzo por delante. Pero no me rindo, quien está a mi lado en todo momento, quien me tiende su mano cada día para ayudarme a salir merece ver cómo lo sigo intentando, cómo no tiro la toalla y cómo al final voy a conseguirlo. Pero sobretodo me lo merezco yo, que soy la que convive con el monstruo desde el principio.
A la próxima trataré de contar cómo empezó a abrirse ese cajón y de qué va todo esto, de momento quiero volver al sofá en convivencia con mi cajón, por el cual estoy enferma ahora mismo, pero al que le ganaré, le daré una patada y lo cerraré y lo abriré tan sólo para recordar cómo conseguí salir de las arenas movedizas para poder pisar más fuerte que nunca, tierra firme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario